"Cuando
Orson Welles se refirió al cine como el tren eléctrico más caro
del mundo, seguramente no pensó cómo se ajustaría esa idea a los
cortometrajes, un formato cinematográfico especial, que deben
contener en el metraje de pocos minutos toda la esencia de una
historia. Muy lejos están las palabras de ese mítico cineasta, pero
Ángel Gómez debería sentirse en cada nuevo proyecto cómo si fuera
un niño al que le acaban de regalar el tren más caro del mundo.
Han
pasado más de cinco años entre Sed de luz y Pertenecemos
a la muerte, la trilogía que se completaría con La última
víctima, en donde juega con los iconos del género que
desarrollasen la Universal o la Hammer. Sus trabajos suelen contar
con claves que va repitiendo en cada uno de ellos, la soledad del
personaje, la carga emocional ante la pérdida de un ser querido
(siempre mujer) o el tema presente de la muerte. Y cuando se le
pregunta por qué elige estas referencias, él lo tiene claro. Se
debe a su padre, su principal complice en este pequeño arte del
cortometraje y a las amistades que iban a su casa. "Mi pasión
por el terror se debe a mi padre Ángel Gómez Rivero, novelista y
ensayista, y a sus amistades como Paul Nashy y Chicho Narciso
Serrador". Con este bagaje era normal que personajes como
Frankenstein, el Hombre-Lobo o Drácula, despertasen el interés de
este joven realizador que nos tiene acostumbrado a la tensión y al
terror.
El
mito vampírico centra el primero de los cortometrajes (Sed de
luz) un ejercicio de estilo, a modo de pincelada, en donde
sublima a la figura clásica del vampiro junto a su antagonista (Van
Helsing). La originalidad la encontramos tanto en un cuidado giro en
cuanto a los personajes, como al trasladar la historia a la
actualidad. Ángel Gómez propone un juego de máscaras entre el
héroe y el villano, pero también lo ambienta en un lugar
indeterminado, en el tiempo actual. He aquí otra idea que se repite
en cada uno de sus trabajos: la úbicación es indeterminada, pero
con un sentido moderno, actualizando estos mitos universales al día
de hoy. Lo que no sucede, por ejemplo, en el western Y la muerte
lo seguía, donde constantemente nos dice el lugar preciso e
incluso se recurre a la voz en off.
La
última víctima nos acerca a la actualidad la licantropía, con
un pueblo típicamente español, con su castillo y su cuartel de la
guardia civil, que aparece abandonado; y un joven que se despierta de
pronto sólo en medio de un bosque. Un cortometraje que le da la
ocasión para trabajar con la actriz Macarena Gómez y con Juanma
Lara, pero que también supone la primera colaboración con su
paisano algecireño José María Galeano.
La
trilogía la completa Pertenecemos a la muerte, que se
rodaría, mientras se preparaba su más ambicioso trabajo "Y
la muerte lo seguía". Con este nuevo título, vuelve a
contar con un solvente reparto, incorporándose para la ocasión
Javier Botet para interpretar a Frankenstein en una versión moderna
del mito. Junto a él, repetía José María Galeano, mientras que el
toque femenino lo pondría la actriz Elisa Mouliaa. La historia tiene
miga, imaginarse que el moderno Prometeo salido de la imaginación de
Mary Shelley durante la legendaria velada de la Villa Diodati,
estuviera viviendo entre nosotros. "La historia plantea que
Frankenstein, inmortal como lo creó Mary Shelley, ha sobrevivido
marginado de la sociedad, pero quiere recuperar a la que cree su
mujer, un experimento igual que él, posterior, que resultó bien y
creó a una mujer perfecta", explica Ángel Gómez, y añade
"pero no hay elementos monstruosos más allá del concepto de
inmortalidad. Es una historia de amor y desamor realista, ambientada
en la cruda realidad".
El
mayor logro que veo en cuanto a la planificiación, es que su idea
del miedo y la de la tensión viene ligada a la atmósfera que
desprenden sus imágenes, en la cruda descripción de los espacios.
Algo que cobra tanto protagonismo como el propio argumento, como
sucede en las mejores historias de terror. También sería
interesante destacar cómo, desde la distancia, esta influencia que
se vive en sus cortometrajes parte de la amistad con Paul Nashy, que
sirve de gran inspiración, pues estuvo presente en los primeros
pasos serios de este joven realizador y continúa en la memoria, en
los siguientes. Ahora ahonda en la dirección con más soltura, se
atreve con proyectos más ambiciosos como el citado western y se
prepara para el mañana, en una profesión y un momento muy
complicados."